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El viaje de Valentina
 
Valentina vivía en una aldea repleta de nieve donde habitaban muy pocas familias. Casi no tenía amigos con quienes jugar. Jugaba con sus muñecas a disfrazarlas y a imaginar que eran sus amigas. Sus tardes eran muy aburridas, sus padres tenían que salir a trabajar todos los días, e iban hasta el mercado a vender las piezas de madera que su padre hacía a mano, ya que era muy buen artesano.
 
Una tarde en la que estaba ya muy aburrida, pues nunca encontraba nada qué hacer, decidió caminar hasta donde terminaban las montañas, así que preparó una bolsa con víveres y algunas de sus muñecas para que la compañaran.
 
Dio apenas unos cuarenta pasos cuando se sintió tremendamente cansada, ya que casi nunca caminaba tanto, así que decidió descansar bajo un árbol muy alto, y se quedó dormida.
 
Valentina no supo cuántas horas pasaron mientras dormia, cuando de pronto despertó en un bosque cálido, donde habían muchas aves, venados, liebres, ardillas y algunas tortugas cerca de un río cristalino donde se acercó a beber un poco de agua.
 
Mientras bebía esa deliciosa agua, un bebé oso la observaba desde el otro lado del río. Cuando Valentina elevó la mirada, se sintió muy emocionada al ver al pequeño oso, y decidió cruzar el rio para abrazarlo, pero el osito se fue corriendo rápidamente y Valentina tras él.
 
Así fue como se adentró en la espesura del bosque, y no supo en que momento todo se oscureció, el bebé oso desapareció y a lo lejos pudo vislumbrar un pequeño pueblo donde las casitas ya tenían las luces encendidas.
 
Valentina sin pensarlo más, se acercó al pequeño pueblo para pedir ayuda y un refugio donde dormir. Un hotel lucía muy confortable para poder pasar la noche, pero Valentina no tenía dinero, así que decidió dormir en un granero que estaba abierto y donde había un unicornio que tenía un pelaje de muchos colores, como un arcoiris y que le dijo:
_¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ¡Mi granero siempre está cerrado!
 
A lo que Valentina le respondió
_MI nombre es Valentina, entré porque la puerta estaba abierta, y sinceramente, no sé por qué estoy aquí.
 
El unicornio supo de inmediato que Valentina viajaba en un sueño, y como ese unicornio solo vivía en los sueños de las niñas, podía viajar de un sueño a otro. Así que sin pensarlo, la llevó de regreso a casa en ese mismo sueño.
 
Valentina entonces despertó justo donde se había quedado dormida, estaba acostadita bajo el mismo árbol con sus muñecas y su bolsa de víveres intacta, ya que no había comido absolutamente nada.
 
A partir de ese día decidió hacer amigos para no estar tan sola y aburrida, y el unicornio la visitaba de vez en cuando en alguno de sus sueños, para aconsejarle algunas actividades divertidas que le ayudaran a no aburrirse nuca más.
 
 
 
 
 
 
 

© 2019 Idalia Luna Escritora Derechos Reservados INDAUTOR

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